Un contacto con el concepto de “aula invertida” en la educación superior

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El “aula invertida” es una estrategia de enseñanza que permite a los profesores interactuar de manera más eficaz con los estudiantes, combinando clases pregrabadas en video con instrucción y práctica personalizada.


En el período de clases que comienza en el mes de septiembre, más estudiantes universitarios y profesores encontrarán una tendencia que se conoce como “aulas invertidas”. Se la ha asociado con los Massive Open Online Courses, (MOOCs) (cursos masivos y abiertos en-línea) que la nueva educación tecnológica ofrece a través de Internet.
Algunos promueven los MOOCs como el futuro de la educción superior de bajo costo, mientras que otros los ven como una privatización de las prácticas educativas. A pesar de la polarización, tanto los MOOCs como las “aulas invertidas” disfrutaron la mención positiva del presidente de EE. UU., quien anunció un plan para disminuir el costo de las universidades:

Una creciente ola innovadora tiene el potencial de estimular el panorama de la educación superior. Estos enfoques incluyen grados de tres años acelerados, cursos masivos y abiertos en-línea, y aulas “invertidas” o “híbridas”, donde los estudiantes ven conferencias en línea en sus hogares y, en las aulas de la facultades, se los desafía a resolver problemas y a profundizar sus conocimientos. Algunos de estos enfoques están aún en desarrollo, y muy pocos estudiantes disfrutan de sus beneficios.

Incluso entre aquellos acostumbrados a oír de los MOOCs en los medios de comunicación, el concepto de “aula invertida” puede ser nuevo. A continuación, su definición en un próximo informe del Center for 21st Century Universities (Centro para las Universidades del Siglo 21) de Georgia Tech:

En un aula tradicional, los estudiantes primero reciben el material por medio de los discursos de los profesores, y después de clase, complementan su aprendizaje realizando otras actividades y resolviendo problemas prácticos. En un aula invertida, los estudiantes primero escuchan y ven los discursos en videos pregrabados y luego, en la clase, realizan otras actividades para profundizar sus conocimientos.

En general, los educadores han estado tanteando la idea de “aula invertida” mucho antes que los MOOCs. Ese movimiento podría ser imprudente, ya que los dos modelos están íntimamente conectados. No es casual que MOOCs como Coursera estén a favor de las “aulas invertidas”, ya que esas organizaciones tienen mucho que ganar del apoyo por parte de las universidades; después de todo, el modelo de las MOOCs se basa en conferencias breves en video. Ya sea en un curso “híbrido” o “todo en-línea”, el “aula invertida” toma las clases pregrabadas de los profesores como un nuevo estándar en la entrega de conocimientos y transfiere la experiencia desde la sala de conferencias a la computadora.
A primera vista, esta idea luce bien; después de todo, las aulas son, tanto para los estudiantes como para los profesores, apenas el orgullo de una experiencia educativa.

La insatisfacción con la estructura de las aulas no es una iniciativa nueva. Hace cincuenta años, Marshall McLuhan citó al aula donde se dicta una conferencia como ejemplo de un medio “caliente”, que se realiza en un solo sentido, de poca o baja participación, y por lo tanto evita la necesidad de los estudiantes a completar los detalles. En contraste, para McLuhan el seminario o clase específica es un ejemplo de medio “frío”, de alta participación, que requiere un esfuerzo más consciente de sus participantes.

Más recientemente en 2011, la profesora de Duke University Cathy Davidson recordó en un reportaje, que la clase de estilo conferencia es en sí misma un producto de la industrialización destinada a formar a los estudiantes en un conjunto único de ideas y procesos. No importa el contenido del aprendizaje, su forma es una práctica disciplinaria especialmente diseñada para la fábrica o la empresa que luego podría contratar a los graduados. Ante el colapso del industrialismo y el crecimiento de la economía del conocimiento, Davidson aboga por un método de aprendizaje más orientado a los procesos, distribuido y exploratorio, más adecuado a la actual era posindustrial.

Quizás sorprendentemente, un “aula invertida” no altera fundamentalmente la naturaleza de la experiencia en la forma en que McLuhan y Davidson proponen. Ambos, los MOOCs y las “aulas invertidas” todavía dependen de las conferencias como entidad principal, aunque como “tarea para el hogar” y editadas en partes “digeribles”.

Las “aulas invertidas” y los MOOCs no están destinados solamente a clases pequeñas y personalizadas, estos nuevos cursos son medidas de eficiencia primaria con la esperanza de agregar otros encuentros educativos estandarizados de más alto nivel –y mayor costo –. En la práctica, las “aulas invertidas” suelen incluir evaluaciones y ejercicios adicionales (respuestas mediante clics, discusiones en-línea poco o nada moderadas, cuestionarios, etc .), la mayoría de ello automatizados. El compromiso impreciso y de final abierto con las ideas –lo que hace “frío” a un seminario– se subordina a acciones productivas, mensurables y eficientes.

Un observador podría preguntarse ¿cuánto se invirtió el aula invertida? Hay una diferencia importante que nos ayudará a reformular este concepto sin la jactancia de porque es una moda.

El ciclo de “clases” en un aula tradicional contiene lecturas previas, conferencias y tareas posteriores. En un “aula invertida” las conferencias son previas, las tareas son durante las clases y las evaluaciones después de las clases.

A los partidarios de “aula invertida” les gusta argumentar que, en las aulas tradicionales, la primera exposición a los temas se realiza a través de conferencias; esto supone que nada sucede antes de las clases, que los estudiantes entran a los salones ciegos. La realidad es que todas las disciplinas piden a los estudiantes que conozcan de antemano todo el material primario y secundario.
El “aula invertida” resume ese material, cargándolo en la conferencia pregrabada, que a su vez es más corta y condensada en módulos de menos de 20 minutos de duración. Este material primario condensado es esencial, no para conversar o practicar, sino para analizar.

Para otros, el estilo MOOC de “aula invertida” se puede entender como un sustituto de los materiales de lectura que los estudiantes comúnmente encuentran en la universidad.
Pero decir que “sustituyen” es impreciso, sobre todo para los cursos en los que no existe (o no debería existir) un libro de texto único y ortodoxo –en la mayoría de ellos–. Es mejor decir que las conferencias pregrabadas “comprimen” los materiales educativos primarios (los textos) y sus explicaciones (las conferencias) en un formato único, más corto y necesariamente menos detallado, que otra combinación de lecturas previas y conferencias presenciales.
En esencia, el “aula invertida” es un aula “condensada” o “resumida”, un compromiso.

A medida que las prácticas de las “tecnologías educativas” para el aprendizaje se vayan haciendo más comunes, no deberíamos olvidar que la tecnología no mejora la naturaleza del objeto; más bien, lo cambia, lo transforma en algo nuevo, diferente. El teléfono no mejora la comunicación, sino que la altera. Facebook no mejora la socialización, sino que la altera. Y la leche “condensada” no es mejor ni peor que la leche fresca; es algo completamente distinto. Del mismo modo, el “aula condensada” no debe ser considerada una evolución sino verla como lo que es: una propuesta de aprendizaje cuyos méritos están apenas justificados por su coincidencia con las actuales tendencias de la cultura de Internet.

Tal vez las “aulas invertidas” ni siquiera pueden ofrecer los beneficios promocionados por las empresa del rubro y repetidos por la White House, sobre la falsa suposición de que la actual austeridad educativa en los EE.UU. es incontrovertible y aceptable. En realidad, las “clases condensadas” parecen requerir más trabajo y no menos, como la producción de videos y la elaboración de actividades prácticas bien diseñadas, controladas y evaluadas.
En todo caso, una “aula invertida” verdadera se vería como un seminario, no más que una serie de charlas TED (Technology, Entertainment, Design) con sus correspondientes evaluaciones. Sería ideal que pueda revertir los peores aspectos de la educación y mejorarla como una práctica social a largo plazo; o cuya administración y comercialización pasen a un segundo plano; o donde los educadores tengan los recursos necesarios; y quizá, sobre todo, un modelo de aula en el que los compromisos y los recortes presupuestarios no estén encubiertos como innovación.

Enlace para profundizar (a favor del modelo)

Enlace para profundizar (en contra del modelo)

En: The Atlantic, agosto de 2013

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